Tuesday, May 15, 2007

Este articulo fué publicado en 02 de mayo, en el Miami Herald, y en algunos periodicos mas, incluida España.

Este articulo fué publicado en 02 de mayo, en el Miami Herald, y en algunos periodicos mas, incluida España. Y es cierto, lo que tiene chavez en su cerebro es un basurero. Disfruten el articulo de Montaner.

Para desgracia de los venezolanos, el joven Hugo fracasó como pelotero y, frustrado y sin una verdadera vocación ni otra cosa mejor que hacer, eligió el camino de las armas.

Carlos Fuentes, el escritor mexicano, alguna vez declaró que Chávez tenía "un basurero en la cabeza". ¿Cómo se formó ese basurero? Como todos, con capas sucesivas de desechos que la gente va tirando descuidadamente, sin orden ni concierto. En este caso, la acumulación de detritus comenzó en el ejército.

En la década de los 70, cuando Chávez era un joven teniente, su modelo era el peruano Juan Velasco Alvarado, un dictador militar que había arruinado a Perú con sus ideas colectivistas y algunas pintorescas ocurrencias, como la de sustituir a Santa Claus con un niño que llevaba en la cabeza uno de esos gorros incas conocidos como chullo. Fue entonces cuando su hermano mayor (hermano de Hugo, no de Santa ni de Velasco), Adán Chávez, que ya era marxista y había estado vinculado a grupos violentos, comenzó a iniciarlo en las ideas comunistas, poniéndole en sus manos los primeros textos de la secta.

Con los años, y tras la notoriedad que le trajo el sangriento intento de golpe militar contra el gobierno legítimo de Carlos Andrés Pérez en 1992, Chávez recibió otras influencias ideológicas de personas que intentaban apoderarse de su efervescente personalidad y de su poco cultivada provisión de neuronas. El argentino Norberto Ceresole fue una de ellas. Se trataba de un peronista rabiosamente antisemita, muy cercano al fascismo, quien lo inició en el ''modelo libio'', una jerigonza antidemocrática expresada por Gadaffi en El libro verde.
Había que construir un poder basado en las relaciones entre un caudillo iluminado, un pueblo reunido en múltiples asambleas deliberativas y un ejército en medio que servía como correa de transmisión y garante del orden establecido. Ese engendro era, supuestamente, la Tercera teoría universal.
Heinz Dieterich llegó más tarde con una variante del marxismo debajo del brazo.
Este era un alemán palabrero --de quien se alega, sin pruebas claras, que colaboró en su momento con la Stasi--, formado en la llamada Escuela de Frankfurt, instalado en México sin pena ni gloria desde los años 80,donde enseñaba filosofía y combatía ferozmente al capitalismo y a Estados Unidos por medio de unos artículos que muy pocos leían y nadie tomaba en serio, pero en los que se adivinaban ciertos escrúpulos ante los excesos del estalinismo.
Dieterich intentó convencer a Chávez de las virtudes de un comunismo con derechos humanos, conquistado por la dulce vía democrática, y en el que no se sacrificara la calidad de vida de los venezolanos, como había ocurrido en Cuba, donde la dictadura había traído la igualdad general --exceptuada la pequeña cúpula de privilegiados del primer anillo de poder--, pero provocando de paso una miseria de alcantarilla para el conjunto de la población.
Otro personaje del mismo vecindario rojo era Marta Harnecker, una chilena (católica radical en su remota juventud) procedente de París, donde cayó bajo la influencia de Louis Althuseer, un abstruso filósofo marxista francés que la persuadió de las virtudes del maoísmo, pero cuyo gesto más inteligible en la vida fue el estrangulamiento de su pobre mujer Helena.
Pasada luego a Cuba, Harnecker --todavía de buen ver cuando llegó a la Isla-- se casó con el general Manuel Piñeiro (Barbarroja), la persona encargada de la subversión en el continente americano, con quien tuvo una brillante hija. Tras la sospechosa muerte de Piñeiro --un apparatchik de origen burgués, separado del poder al final de su vida, cuando se mostraba partidario de una profunda reforma que enterrara piadosamente el fallido comunismo cubano--, Doña Marta se instaló en Venezuela, secretamente decidida a ayudar a Chávez a construir un eficiente sistema comunista en el que no se cometieran las barbaridades y atropellos que ella había visto en Cuba, y ante los que había laudicado intimidada por el peso de Fidel Castro y para no perjudicar la siniestra carrera de su marido.
Sin embargo, tal vez la más polémica y contradictoria influencia en Chávez no procede de estos conocidos ideólogos de la izquierda, sino de uno de sus colaboradores más cercanos, un venezolano de origen árabe llamado Haiman El Troudi, odiado por la línea dura, quien en una conferencia pronunciada el 30 de enero del 2007 definió el socialismo del siglo XXI por todo lo que no debería ser: "Ni capitalista de Estado; ni populista-paternalista; ni practicante de un excesivo centralismo democrático; ni castrador de la participación y el protagonismo popular; ni totalitario; ni armamentista; ni ateo; ni mesiánico; ni unipartidista; ni extrapolador de modelos; ni auspiciante de la división entre dirigentes y dirigidos".

¿Qué es, en definitiva, el socialismo del siglo XXI?

En realidad, el llamado socialismo del siglo XXI, por ahora, pese a los deseos expresos de Haiman El Troudi (y los reprimidos de Harnecker), es sólo el modo autoritario de gobernar que tiene el teniente coronel Chávez, donde han sido borrados los poderes independientes del modelo republicano, con crecientes cuotas de economía estatal, intervencionista, confiscatorio, inflacionista, tercermundista, guiado por el más procaz antiamericanismo, con vocación antioccidental, enemigo del mercado e intensamente paternalista. O sea: la receta perfecta para el empobrecimiento creciente de los venezolanos y el alejamiento paulatino de las naciones que encabezan la modernidad y el progreso en el mundo.

Pero esa forma de ejercer la autoridad que exhibe Chávez, totalmente caótica, propia del más primitivo caudillismo, tiene, sin embargo, una transparente definición de objetivos: Chávez percibe el eje Venezuela-Cuba-Bolivia, al que sueña con agregar a Ecuador y Nicaragua, como el embrión de una nueva madre patria revolucionaria mundial, como lo fue la URSS desde 1917 hasta 1991.

¿Cómo llegó Chávez a plantearse esos delirantes planes de conquista planetaria en un país en el que su gobierno ni siquiera puede recoger la basura? Posiblemente, de la mano de Castro, otro personaje de botica y manicomio, bajo cuya autoridad moral y política Chávez se fue colocando de forma creciente a partir del golpe militar que lo pusiera fuera del poder por 24 horas en el 2002. Ambos, en una relación simbiótica en la que las ideas más locas se reforzaban mutuamente, llegaron a esas peregrinas conclusiones.

¿A dónde se dirige el socialismo del siglo XXI?

Bien, conocemos las confusas señas de identidad del chavismo y la misión que se ha impuesto. Ahora hay que pronosticar a dónde va a parar todo esto, y cómo y cuándo, posiblemente, ocurrirán los hechos.

Digámoslo rápido: lo probable es que este colosal disparate termine mal y violentamente, con Chávez exiliado, como le sucedió a Perón en los 50, o apartado del poder por los militares, con el alivio y beneplácito de la mayoría, como ocurrió con Velasco Alvarado en 1975.

¿Cuándo? Cuando caigan los precios del petróleo, la inflación se dispare aún más ( ya es la más alta del continente), y el desabastecimiento y el desempleo castiguen cruelmente a unos venezolanos que van a culpar a Chávez de haber precipitado al país en una crisis sin precedente en el último medio siglo.

Los seis factores que permiten hacer esta predicción son evidentes:

Chávez es un caudillo popular para una parte de la población, pero no es temido ni tomado muy en serio. No lo temen ni sus enemigos ni sus partidarios. Cuando exigió la unidad en un solo partido de todos los grupos que lo apoyan, varias de estas organizaciones se negaron a secundarlo.

Aunque el instinto de Chávez lo lleva a tratar de copiar el modelo comunista cubano, en sus filas no existe el menor consenso sobre el destino final de la llamada revolución bolivariana y son muchos los chavistas que piensan que la revolución de Castro es un evento fracasado que pertenece al pasado de América Latina. Por otra parte, la tradición pluripartidista y democrática del país es muy amplia y difícilmente los venezolanos se dejarán atrapar en un sistema de partido único.

La desorganización del gobierno y la corrupción imperante son tremendas.

Dentro del chavismo no existe nada parecido a una moral revolucionaria.

Hay grandes zonas del poder que son sólo asociaciones temporales de malhechores dedicados al enriquecimiento ilícito.

Las fuerzas armadas, aunque los mandos no son los mismos de 1999 y hoy la generación de Chávez ocupa la jefatura, distan mucho de estar realmente comprometidas con el proceso político desatado por Chávez.
Todas las encuestas revelan de manera sistemática que la amplia mayoría de los venezolanos no quiere vivir bajo un modelo comunista y no simpatiza con la dictadura cubana.

El liderazgo de Chávez se mantiene por medio de grandes y constantes erogaciones dirigidas a comprar el apoyo popular e internacional. En el momento en que no disponga de suficientes ingresos ese respaldo interesado se desplomará.

Una última pregunta queda flotando en el ambiente: ¿y después de Chávez,qué?

Probablemente, unas nuevas elecciones y vuelta a empezar la historia. En la triste aventura, los venezolanos habrán perdido veinte años de desarrollo, una considerable cantidad de recursos y casi toda la inocencia.

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